Niñas y niños reclutados como soldados: el miedo que transmite el río
“Cuando voy al río voy a jugar, nadar y soñar (…) Pero cuando llegan los malos (personas armadas) se vuelve peligroso, incluso más que cuando sube el agua (…) Corremos a nuestras casas”, expresa Pedrito, de 8 años, quien vive en el departamento de Nariño en Colombia.
Este miedo no es en vano. Según Naciones Unidas, miles de niñas y niños son reclutados y utilizados en conflictos armados en todo el mundo. Entre 2005 y 2020, se verificó que más de 93.000 niños, niñas y adolescentes fueron reclutados y utilizados por las partes combatientes. A pesar de este hallazgo, se estima que el número es mucho mayor.
En Nariño y otros departamentos de Colombia esto es una realidad. En 2021, SavetheChildren registró al menos dos casos de reclutamiento infantil cada mes en Norte de Santander, Nariño y Arauca. Esto sigue la tendencia creciente de los casos registrados por las organizaciones de la sociedad civil, que registraron un aumento del 11% en el último año (COALICO 2021).
Nariño es uno de los 30 departamentos de Colombia ubicados en la Costa Pacífica del país. Es un paraíso natural, con selva tropical, hogar de animales salvajes, ríos y cascadas. Los niños, niñas y adolescentes de Nariño disfrutan de estos espacios para jugar con sus amigos, soñar con el futuro y aprovechar la naturaleza en su tiempo libre.
Lamentablemente, en enero de 2022, comunidades de Nariño y otros departamentos como Arauca, Valle del Cauca y Cauca fueron afectadas por grupos armados. En Nariño prohibieron el acceso a los servicios básicos afectando a 18.000 personas, entre ellos, niñas y niños. A causa de ello, los comercio y las escuelas se cerraron, se suspendió el transporte a través del río y la población aún teme por el reclutamiento de niñas, niños y adolescentes para forzarlos en participar en el conflicto.
A este fenómeno se le conoce como niñas y niños usados como soldados, son niñas y niños que están expuestos a vivir los conflictos y la guerra directamente, se ven forzados a convertirse en combatientes. Muchos de ellos y ella, están en la línea de fuego y otros son obligados a ser cocineros, mensajeros y esclavas sexuales, así como realizar ataques suicidas.
“Los niños de los alrededores han dejado su infancia, no tienen la misma apariencia y no se comportan como nosotros… Van y vienen en motos hasta con pistolas. Se ven mayores”, dijo Sofía, una niña de 12 años también de Nariño.
En Colombia, como organización hemos expresado nuestra preocupación por la vulneración sobre esta violación a los derechos de la niñez “es de vital importancia crear entornos protectores para la niñez, además de fortalecer los existentes, para evitar que niños, niñas y adolescentes se vean obligados a involucrarse con actores armados y actividades ilegales".
Estas niñas y niños están expuestos a niveles graves violencia, son utilizados como espías, se convierten en víctimas directas y son utilizados para participar en actividades forzadas. Algunos resultan heridos y tienen que vivir con algún tipo de discapacidad por el resto de sus vidas.
Es por ello, que el 12 de febrero nos sumamos a la conmemoración del Día Mundial de las Manos Rojas, que celebra la entrada en vigor del Protocolo Facultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño relativo a la Participación de Niños en Conflictos Armados.
Para nosotros es prioritario mejorar las condiciones de la niñez, garantizar y restablecer los derechos de los niños y niñas, que han sido o pueden ser víctimas del conflicto armado.
“Para mí, el río simboliza oportunidades. Sé que puede ser peligroso como cuando aparecen los malos (gente armada), esto nos lleva a cuidarnos más. Sin embargo, es parte de nuestro territorio”, expresó María, habitante de Nariño.
Como organización humanitaria hemos enfocado nuestro trabajo en algunos de los departamentos más afectados: Valle del Cauca, Nariño, Arauca y Norte de Santander. Hemos logrado beneficiar 31.659 niñas y niños, así como a más de 12.000 adultos que se han visto afectados por el desplazamiento forzado, masacres, encierro, movilidad restricciones y efectos socioemocionales.
También contribuimos a que niñas y niños alcen la voz, difundimos sus historias para comprender sus necesidades, sus miedos y también a abordar mejor nuestro trabajo en los territorios y comunidades afectadas por este tipo de crímenes de guerra.
Como parte de estos esfuerzos hemos producido la cartilla de cuentos “Érase una vez: una historia para todos y todas”, que recoge las vivencias y experiencias de niños, niñas y adolescente en los entornos desafiantes del conflicto armado, de los municipios de Nariño en Colombia.
Aún hay camino por recorrer para que los ríos y los parajes naturales de Colombia sean espacios para que las niñas y niños puedan soñar, jugar y hacer amistad, sin miedo.